El socialismo implica,
en teoría, una planificación y una organización colectiva real de la vida
social y económica.
La receta de Keynes
para salir de la crisis consiste en reducir
el desempleo mediante el aumento de la Demanda Global, incrementando
el Consumo al bajar los impuestos directos: los ciudadanos disponen de una
mayor renta para incrementar su gasto, y Ampliar el gasto público,
que refuerza e impulsa directamente esa demanda global.
Ciertamente
se generaría un Déficit Público que sería cubierto
mediante emisiones de deuda pública, que habría que colocar en los mercados a
tipos de interés competitivo… los costes
financieros subirían y la divisa sufriría una revaluación que acabaría en una
pérdida de competitividad.
La
solución es devaluar su moneda, pero Keynes no contaba con el invento de la
Zona Euro, que impide devaluar a sus
integrantes…
Keynes estudió que los
mercados no generarían automáticamente el pleno empleo y que durante las crisis
económicas podría haber largos periodos de paro a gran escala. Sostenía que el
Gobierno tenía el deber de aliviar el sufrimiento de los parados aumentado la
demanda agregada de bienes y servicios.
“No hacemos nada porque
no tenemos el dinero necesario”, decía Keynes en 1930 a un comité gubernamental
que investigaba las causas de la crisis económica. “Pero es precisamente porque
no hacemos nada por lo que no tenemos dinero”.
Existe un interesante
artículo suyo que puede servir de referencia para nuestra política económica y
que se titulaba: La Autosuficiencia Nacional,
escrito en 1933 y publicado en la Yale Review, en plena crisis económica.
Allí afirmaba: “Como la mayoría de los ingleses, he sido educado en el respeto
del libre cambio”. Pero “mis esperanzas, mis preocupaciones y mis temores han
cambiado”, en forma similar a lo que le ocurría a la mayor parte de su
generación en el mundo entero. Ahora no estaba “persuadido de que los
beneficios económicos de la división internacional del trabajo sean comparables
a lo que fueron”, aunque un nivel elevado de especialización internacional
continuaba siendo necesario en un mundo racional.
Sin embargo, para una
gama de más en más extendida de productos industriales, e incluso agrícolas,
Keynes no creía que las pérdidas económicas debidas a la autosuficiencia “sean
superiores a las ventajas” que pueden obtenerse en el marco de una misma
organización económica y financiera nacional. Y proclamaba: “Produzcamos en nuestro país cada vez que sea razonable y
prácticamente posible, y sobre todo, hagamos lo necesario para que las finanzas
sean nacionales”.
El
socialismo en España ¿es Keynesiano?
Mark
de Zabaleta
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